No hace falta que describa los prejuicios que todos tenemos hacia la música contemporánea: gente chillando, sonidos raros, historias grotescas, gente snob, y la eterna sensación de que tú allí no eres bien recibido ni pintas nada. Todo ello pervertido a su vez por la inversión de capital, ese gran lobo del arte. La pregunta es, ¿por qué se han generado estos prejuicios en los oyentes?
Voy al grano. Mi idea obsesiva está sustentada por los términos "música" y "experimentación sonora"; y para exponer sus acepciones pondré un ejemplo sencillo, improvisado e ilustrador: En el mundo de la medicina existen muchísimos científicos que dedican años a la investigación super especializada en diversos campos. Estas investigaciones a veces conducen a conclusiones o axiomas que permiten una experimentación empírica para comprobar la validez del enunciado. Y posteriormente, eso se puede trasladar a la creación de una nueva vacuna, tipo de operación, etc. Sólo el público del ámbito científico profundiza en las investigaciones técnicas previas, el resto del universo simplemente acude a medicinas o cirujanos buscando una cura. Al público le llega la vacuna, y no el proceso de experimentación.
Pues bien, a veces me pregunto con recelo hasta qué punto estamos abriendo las puertas de nuestros laboratorios técnicos de experimentación sonora a las personas que simplemente acuden al arte en busca de una cura. Temo que le estemos dando a nuestros pacientes una proveta y un microscopio con tesis de teoría implícitas en vez de un jarabe para la tos. La música puede haber sido precedida de experimentación sonora, pero eso no debería transformar a la propia experimentación en un fin en sí mismo, mostrable y expuesto sólo a los que manejan un lenguaje técnico.
Tal vez la buena técnica la haga entonces música. Pero entonces es una música no apta para todos. Y supongo que no pasa nada.
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